Cada semana te contamos sobre un álbum que pensamos que necesitas dedicar tiempo. El álbum de esta semana es el más reciente de la artista soulful e influenciada por el country, Faye Webster, Atlanta Millionaires Club.
Cuando se hace con cuidado, la melancolía es un arte. Un paso en la dirección equivocada y has entrado en el territorio de la depresión o te has retirado al terreno del pesimismo, lo cual no es necesariamente a donde alguien quiere ir. La melancolía reside en el mismo callejón estético sin salida que el puchero y el camp, pero es algo completamente diferente. Es genuino pero estilizado, casi guiñando un ojo. No es fácil de lograr, pero ciertamente ayuda si, como ATlien Faye Webster, tienes un arsenal de ganchos inteligentes y abundantes, abundantes cantidades de pedal steel llorosos. (Nota: Cómo hizo esto mucho pedal steel esto variado y que tenga esto mucho sentido en esto muchos contextos sonoros sigue siendo un misterio para mí, pero chico, es increíble).
En su tercer LP y en el debut con Secretly Canadian, Atlanta Millionaires Club, la exalumna de Awful Records fusiona el country y la americana con los que creció (Glen Campbell, el primer Gath Brooks) con inspiraciones más actuales como Aaliyah y Angel Olsen para embotellar la sensación de estar incontrolablemente lloroso cuando hace 22 grados y hace sol. Y mientras que “sin género” se ha convertido en un término algo sin sentido en estos días, Faye rompe y mezcla las líneas de género de manera más fluida e imperceptible que cualquier artista en la memoria reciente. Un minuto está poniendo banda sonora al mantra universal del introvertido (“Debería salir más”) con una melodía tropicalmente relajada, y al siguiente tiene a su compañero de Awful Records y ocasional colaborador Padre deslizándose para un verso junto a su sensual coro en el brillante (y honestamente? sediento) punto culminante “Flowers”.
La portada muestra a Webster, con la mirada perdida y una visera, mirando al espacio con un puñado de monedas de chocolate derritiéndose ausentemente sobre su boca y goteando por su barbilla. No es la portada que esperarías de un álbum tan en gran parte introspectivo y solitario como el álbum que está hecho para caracterizar, pero solo algo tan tontorrón e inquietantemente sutil como el constante y astuto tono de Webster podría adornar la portada. “Quiero ser feliz, encontrar un hombre con un nombre antiguo como el mío y superar que mi perro es mi mejor amigo, y ni siquiera sabe cuál es mi nombre”, canta en la languidecida y conmovedora balada en 6/8 “Jonny”.
Incluso sus canciones de amor más sencillas, como el tema principal “Kingston” o la juguetona “Right Side of My Neck”, son ligeramente, indulgentemente lamentables e impregnadas de azul. Empapadas de trompetas enamoradas, tonos de batería mantecosos y líneas de bajo andantes que bien podrían ser pesados, dramáticos aleteos de pestañas, incluso los momentos más elados de este álbum (al igual que los momentos más elados de la vida) todavía no están exentos de un suspiro. Una canción sobre tu cuello todavía oliendo a tu amante después de que se haya ido tiene una o dos razones para ser terriblemente cursi y exagerada, pero a través del lente de Faye, es lo más alejado de eso.
Amileah Sutliff es una escritora, editora y productora creativa radicada en Nueva York; además, es la editora del libro The Best Record Stores in the United States.
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