Cada semana, te hablamos acerca de un álbum que creemos que necesitas escuchar. El álbum de esta semana es el debut homónimo del grupo de Jazz Latino, Orquesta Akokán.
La tradición de las big bands cubanas tanto precede como se superpone con la revolución, el sangriento golpe populista de cinco años que marcó el inicio del mandato de Fidel Castro como autócrata de la isla. Artistas de las décadas de 1940 y 1950 como Machito’s Afro-Cubans y Benny Moré's Banda Gigante definieron y popularizaron este sonido inmenso de percusión, metales, piano y voz que difuminaba las líneas entre el jazz y las formas latinas.
Tanto de su época como atemporal, esta música se convirtió en una parte central de cómo la gente percibía el país, incluso cuando el punitivo embargo estadounidense aisló a su vecino próximo durante décadas. Incluso hoy, con Castro finalmente muerto, la política de Estados Unidos hacia Cuba sigue siendo altamente politizada y absurdamente partidista, con los republicanos intransigentes y los demócratas chapuceros reavivando el debate cada cuatro años como un reloj. Como si estuviera congelado en ámbar, el sonido de las big bands perdura, casi hasta el punto de ser un estereotipo junto con sus coches clásicos, destreza en el béisbol y codiciados cigarros.
Como hijo de un inmigrante cubano, la música de la patria de mi padre era un elemento básico de mi crianza. Los discos de mi abuelo, ahora solo formas vagas de portadas de álbumes coloridos trazadas en mi mente cada vez más cercana a la mediana edad, me inculcaron un romanticismo por un país que lamento no haber visitado todavía. Después de que él falleció, mi padre continuó con la educación musical, llenando nuestra casa de canciones. Hace unos veinte años, cuando los proyectos intergeneracionales Buena Vista Social Club y Afro-Cuban All Stars de Ry Cooder reintrodujeron tanto las big bands como los estilos musicales cubanos tradicionales al mundo occidental en general, escuchamos atentamente juntos las historias e instrumentos de lo que algunos críticos cínicos podrían etiquetar perezosamente como un disco de novedad.
En cierta medida, el álbum debut homónimo de larga duración de Orquesta Akokán sirve como una secuela espiritual del movimiento Buena Vista, con un puñado de participantes de fuera de Cuba liderando un robusto conjunto de locales, incluido el estimado pianista César “Pupy” Pedroso de Los Van Van. El líder del proyecto, el nativo de Camagüey José “Pepito” Gómez, previamente había realizado giras con el fallecido Compay Segundo, un trovador que aportaba cierto encanto a esos lanzamientos dirigidos por Cooder. Más allá de esa conexión directa, perfeccionó su destreza vocal en otros proyectos notables dentro y fuera de Cuba.
Lo que más conecta a Gómez y a sus jugadores de Orquesta Akokán con el legado de las big bands de la isla tiene más que ver con el dónde del grupo que con el quién. Grabado en los Estudios Areito, un histórico estudio de grabación estatal en La Habana, el álbum de Orquesta Akokán comparte un vínculo común con décadas de música cubana. Inaugurado por primera vez en los años 40, Areito ha sido durante mucho tiempo el lugar para grabar en la ciudad, un punto destacado especialmente en los años 60 cuando el régimen de Castro lo absorbió de la discográfica Panart y lo convirtió en parte de EGREM, el grupo de discográficas nacionalizadas del país. El Estudio 101 ha acogido a innumerables músicos cubanos a lo largo de los años, y notablemente también se grabaron allí los mencionados discos de Cooder.
Esta apropiación de la cultura por parte del estado se llevó a tal extremo que limitaba la capacidad de los artistas para grabar en otros lugares, lo que, en efecto, ha permitido una consistencia notable en tantas grabaciones realizadas en Areito a lo largo de los años. Desde las teclas descendentes iniciales del arreglista y pianista Mike Eckroth en “Mambo Rapidito” hasta la cacofonía final de “A Gozar La Vida”, Orquesta Akokán es una veritable recreación cápsula del tiempo por diseño. Producida por Jacob Plasse, fundador de Chulo Records, la sesión de estudio de tres días se centró en material original en lugar de estándares rehechos. Sin embargo, el alto calibre de material como “Otro Nivel” y “Yo Soy Para Ti,” cantado vibrante por el ahora residente de Nueva Jersey Gómez, hace que el álbum se sienta clásico, muy en línea con el trabajo de Cachaito, Chico O’Farrill, Pérez Prado y Arsenio Rodríguez, todos los cuales grabaron en Areito.
Aunque el español Orquesta Akokán puede no parecer una inclusión obvia allí, Daptone Records tiene un poco de fetiche por ejecuciones fieles de los sonidos del pasado. Su catálogo representa algunas de las mejores interpretaciones de la música soul estadounidense, con grupos incestuosos como los Dap Kings, los Extraordinaires y la Menahan Street Band respaldando talentos vocales incomparables. En los últimos años, Daptone ha conocido la tragedia con la pérdida de talentos queridos como Charles Bradley y Sharon Jones, dejando a la discográfica potencialmente sin rumbo sin sus estrellas más conocidas.
Los cubanos también conocen la angustia, un aplastamiento del espíritu ejemplificado por el golfo de 90 millas entre el país y sus expatriados en Miami, generaciones de hermanos y hermanas separados físicamente por el agua e institucionalmente por el grandilocuente político. Independientemente de quién esté en el poder en cada nación, una asociación creativa transnacional como Orquesta Akokán debe ser apreciada por su capacidad para superar el dolor y abrazar la belleza de unirse como uno solo.
Gary Suarez nació, creció y aún reside en la ciudad de Nueva York. Escribe sobre música y cultura para diversas publicaciones. Desde 1999, su trabajo ha aparecido en varios medios, incluidos Forbes, High Times, Rolling Stone, Vice y Vulture. En 2020, fundó el boletín y podcast de hip-hop independiente Cabbages.
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