por Paul Thompson
1st of the Month es una columna mensual que repasa los lanzamientos destacados de rap. La edición de este mes aborda a YG, Snoop y más.
Luego negocia, presumiblemente vía mensaje de texto, su salida segura de su último enredo romántico, y le explica a su amigo asombrado cómo lo logró. Y todo eso en los primeros treinta segundos de “Bool, Balm, and Bollective”, una simple cara B del segundo álbum de YG, Still Brazy.
Se ha hablado mucho sobre la caída desde entonces resuelta del rapero de Compton con su colaborador de siempre, DJ Mustard, y su posterior movimiento hacia el G-funk en el sencillo principal del verano pasado, “Twist My Fingaz” (incluido aquí con excelente efecto). Pero YG no es un revivalista. Mientras que aproximadamente la mitad de Still Brazy tiene sus raíces en Quik, Dre, Warren G y las administraciones mayores de Bush y Clinton en general, la otra mitad persigue cepas posteriores de la costa oeste, desde la escena jerkin que lo vio nacer hasta el hyphy que dio origen a la marca de ratchet de Mustard. Pero lo que une Still Brazy--lo que lo hace el primer clásico genuino de este año y uno de los mejores álbumes de Los Ángeles en esta década--es la evolución marcada del rap de YG.
Esa escena de “Bool, Balm” apenas rasca la superficie. En “I Got a Question,” plantea una serie de preguntas alternamente sencillas y espirituales, y traza delicadamente el arco de una relación en disolución; en “Who Shot Me?” trabaja su paranoia tras un intento de asesinato el verano pasado e imagina a sí mismo memorializado en camisetas con aerógrafo. “Why You Always Hatin” utiliza inteligentemente a la estrella revelación de esta primavera, Kamaiyah, en el coro; en el primer verso, YG entrena a Drake en un flujo arrastrado bien adaptado para la pista. Después de que el amable hombre de Canadá haga su buena imitación, YG se endereza y gasta el resto de la canción presumiendo, incluido su habilidad para conseguir a Drake en su sencillo.
Still Brazy termina con una suite de tres canciones que abordan temas políticos, en forma de canciones de protesta directas (“FDT,” que aparece en forma editada, presuntamente debido a la presión del Servicio Secreto), y como críticas a la policía (“Blacks and Browns” y “Police Get Away With Murder”). Cuando entrevisté a YG en las semanas previas al lanzamiento del álbum, me dijo que estaba harto de esos artistas que tienen una plataforma para hablar sobre temas sociopolíticos pero eligen no hacerlo. Es un recordatorio de que ninguno de los rasgos característicos de la vida de pandilleros (los reconocidos por la América media, al menos) existen en el vacío. De manera similar, el rap pandillero de L.A. como género ha crecido y se ha transformado y ha sido invadido por el mundo exterior, por policías corruptos y Keak da Sneak y niños que inventan bailes en Youtube. YG ha visto todo eso, y está aquí para atar cabos sueltos.
Ayuda que tenga una de las mejores voces que jamás haya adornado el género; también ayuda que tenga las conexiones para enterrar un muy buen ritmo de Timbaland como pista 17 de 20. COOLAID no es esencial, pero algún día será una cápsula del tiempo convincente de uno de la media docena de seres humanos que mejor han dominado el acto físico de rapear.
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