Jenny Hval’s Introspection and the Inanimate

El catálogo de Jenny Hval está repleto de reflexiones filosóficas complejas — a veces rozando lo académico — observaciones e indagaciones sobre una variedad de influencias sociales: capitalismo, género, propiedad, la naturaleza de tener un cuerpo, el autocuidado. Como artista, tiene un don para interrogar fluidamente las relaciones entre las diversas fuerzas externas que configuran nuestras experiencias colectivas e individuales. Conocida por sus letras evocadoras, sus palabras abarcan de manera impredecible desde ideas vastas y extravagantes hasta detalles hiper-específicos, unidos de manera maleable alrededor de un concepto común.

En 2016, con Blood Bitch, exploró la abyección y el horror corporal a través de personajes como vampiros, imágenes como ataúdes y frases notables como “soft dick rock”. En su EP de 2018, colaboró con músicos de jazz y empleó la improvisación y la repetición para evocar y explorar la mente subconsciente. Incluso en sus trabajos anteriores — aunque ciertamente no todos son explícitamente “álbumes conceptuales” — Hval claramente gravita hacia temas unificadores para vincular sus colecciones de canciones.

Su último disco y su debut en 4AD, Classic Objects, es su esfuerzo más centrado hasta ahora, quizás porque su contenido proviene en gran medida de su interior. Fuertemente influenciado por los cambios en el estilo de vida que la pandemia obligó a artistas como ella, Hval desvió su mirada hacia adentro, haciendo su trabajo más introspectivo y personal que nunca.

“En 2020, como todos los demás, yo solo era una persona privada”, dijo Hval en un comunicado sobre el disco. “No se permitía a los artistas actuar. Me reduje a 'solo yo'”.

A su vez, el disco encuentra a Hval interrogando su identidad — especialmente, pero no exclusivamente, su rol como artista y su relación con su arte. En la destacada “American Coffee” respaldada por coros, comparte una serie de detalles de su historia de vida, se pregunta cómo sería su vida si hubiera asistido a la escuela de arte, recuerda haber tenido una ITU mientras veía La Pasión de Juana de Arco, nos dice que entra en pánico cuando se pone al volante de un coche. “He jurado volver a conducir este año / Me enseñaron cómo pero nunca me enseñé a creer / O a correr, o cocinar, o cuidar, o incluso amar”, canta. Las canciones no buscan hacer grandes declaraciones sobre El Estado de las Cosas, sino más bien retratar un sonido honesto de alguien que explora su mundo interior, preguntándose exactamente en qué consiste “solo yo”. En “Year of Love” se burla irónicamente de su reciente matrimonio: “En el año del amor, firmé un trato con el patriarcado”.

El comunicado de prensa del álbum se refiere a Classic Objects como su “versión de un álbum pop”, y aunque sonaría discordante entre los diez primeros de cualquier alineación pop de cualquier década, sí comparte las cualidades estéticas de ligereza y un brillo auditivo del género. En el contexto de su trabajo pasado, su soprano evasiva podía adquirir una cualidad escalofriante y fantasmal. Pero entre las guitarras difusas de “Jupiter” y el arpa ligera de “Freedom”, la brillante percusión de “Cemetery of Splendour”, puede evocar a una Elizabeth Fraser más terrenal y legible, a Björk y otros dioses del pop falsete de izquierdas. Incluso si su clasificación como “pop” es borrosa en el mejor de los casos, la vulnerabilidad personal y el destello sónico de Hval en Classic Objects le sienta bien, resultando en una escucha divertida, pero continuamente estimulante.