Cada semana, te hablamos de un álbum que creemos que deberías dedicarle tiempo. El álbum de esta semana es Everything Is Forgotten, el tercer álbum de la banda australiana de dream pop Methyl Ethel, que se lanzará el viernes.
A pesar de la obvia agonía que puede traer a la mente y al cuerpo, hay algo enfermizamente placentero en tener fiebre. Dejando de lado los miserables sudores fríos y los temblores débiles, hay pequeños instantes de diversión extraña al tener tu mente y cuerpo perturbados por un estímulo rápido sobre su homeostasis. El nuevo álbum de Methyl Ethel Everything Is Forgotten es una macrodosis de esas partes delirantemente disfrutables de un sueño febril. Es un álbum que te hace querer salir de tu piel húmeda, pero de una manera que de alguna forma te gusta.
Y al igual que una fiebre, el tercer álbum de la banda de Perth constantemente oscila entre querer aguantar y rendirse, resultando en la audible ansiedad caliente de una decisión dividida. Lleno de movimiento controlado hacia adelante y melodías de pop onírico ochentero que te marean, Everything is Forgotten hace un guiño al rock psicodélico y a la influencia electrónica cubiertas en un exterior de art rock.
Saltando de una influencia a otra, el líder Jake Webb se desliza con facilidad del pop shoegazey hundido del primer sencillo “No. 28” a la electricidad constante de canciones como “Hyakki Yakō” o “Summer Moon”. A pesar del terreno estilístico que cubre, las canciones son erráticas, pero el álbum en su conjunto no lo es en absoluto. De hecho, es su destacada incoherencia la que crea el tipo de atmósfera pegajosa que permite que cada pista exista juntas. “Groundswell”, por ejemplo, es una toma moderna de una marca más convencional de synthpop de los '80 que algunas de las otras canciones, pero mantiene el tono oscuro y sofocante del álbum vivo, incluso en sus momentos más brillantes.
En sus ansiedades, las canciones no son indecisas, sino que se comprometen a existir como un grupo de partes que se mueven estrechamente. “Schlager” empuja intencionalmente el tempo con una sincopación de guitarra repetitiva que no se cruza con los ritmos de batería, moviéndose con una cercanía dolorosa, sin tocarse nunca. Las letras exasperadas derraman ansiedades como “suspirando y nervioso, despierto en la oscuridad” y “¿quién no simpatizaría con una bola de demolición?” Capturan el caos de la vida y lo convierten en una canción calculada. Otro punto destacado, “Ubu”, se mueve en una dirección más firme con una línea de bajo sólida y un ritmo constante, pero mantiene el desorden en su amplificación repetitiva de voces preguntando inquietamente “¿Por qué tuviste que ir y cortarte el pelo? ¿Por qué te cortaste el pelo?”
Methyl Ethel también ha dominado una extraña dicotomía entre la influencia del glam rock y la sutileza ansiosa que compone este álbum. El resultado es una atracción discreta. Son el invitado a la fiesta que aparece vestido de pies a cabeza en diamantes, habla en casi poesía, pero tímidamente se niega a hacer contacto visual. Pistas como “Drink Wine” y “Femme Maison/One Man House” se inclinan más hacia el glamour y el deleite melódico, pero la incertidumbre aún se filtra por sus grietas—en la culminación cinematográfica a la que llega “Femme” o en el consistente sintetizador escupiendo de “Drink Wine.” Si Everything is Forgotten mantiene una relevancia juvenil en sus tendencias alt-pop vistosas, lo hace aún más en su incomodidad nerviosa.
Methyl Ethel hizo un álbum que da un paso tenso más allá de lo básico; es pop para tiempos raros y ansiosos. Su innegable abrazo pegadizo te familiariza con lo conocido, pero su arte eleva tu temperatura y todo lo que puedes hacer es morderte el labio y dejarte llevar. A veces, la única manera de romper una fiebre es soportarla, pero Everything is Forgotten te asegurará que estarás bailando demasiado como para notar cuando lo haga.
Amileah Sutliff es una escritora, editora y productora creativa radicada en Nueva York; además, es la editora del libro The Best Record Stores in the United States.
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