Ready To Die se ha convertido en un clásico tan canonizado que todos los elogios parecen vacíos. Ningún adjetivo o esquema de color de segunda mano puede capturar los juegos de sombras de claro y oscuro que Biggie crea línea por línea, una amenaza sociopática seguida de una jactancia de Luis XIV o un detalle novelesco que te congela la columna vertebral. No hay nada de Teflón en este álbum. Todo se pega a Big, cada miedo reptante y realidad cancerosa. Lo absorbe e internaliza, escupiéndolo de vuelta con precisión fatalista.
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La historia de la icónica portada de Ready to Die.